martes, 24 de agosto de 2004

Quisiera ser como Batman

Batman es el Superman de verdad. Un super hombre en la dimensión más vitalista. No tuvo que venir desde Krypton ni ser hijo de Jor-El para convertirse en héroe y sorprendernos. No es rey de Atlantis, ni tiene un anillo mágico. Tampoco sufrió una mutación genética.

El hombre murciéalago no tiene que romper ninguna ley física (la de la gravedad, por ejemplo) para que su llegada a cualquier lugar se revista de misterio y majestuosidad. Es el único personaje de ficción, humano de verdad, 100% hecho en la tierra, con problemas reales, que envejece, tiene conflictos y cuenta una historia con tragedias que dejaron profundas heridas en su corazón; es millonario, es cierto, pero uno tan excéntrico como para dedicarse a combatir el crimen en lugar de acrecentar su poder haciendo miserables las vidas de otros.

Batman no nos oculta su lado oscuro, sólo lo que piensa de él. Es plenamente consciente de la clase de indeseables en que pueden llegar a convertirse los seres humanos. Por eso no excusa la maldad, ni tolera la injusticia. Superman puede llegar a ser demasiado correcto, demasiado cándido para alguien con su poder; Batman no. Detesta la hipocresía de las instituciones, y las excusas a los malos comportamientos, porque por encima de todo, tiene muy claro que el albedrío nos es dado como un regalo y hay que azotar a quienes abusan de él. El destino no avoca a ninguna criatura a que cometa una injusticia, porque en el último instante, su ejecución siempre termina siendo decisión de ésta. No asfixia sus deseos de venganza cuando se trata de expiar la escoria de este mundo, pero tampoco permite que ésta lo enceguezca hasta el punto de cometer una tontería. Sobre todo: la cabeza siempre fría. Todos los movimientos calculados con minuciosidad.

Batman es un veterano en las luchas contra villanos (esas que no van a terminar hasta que manden a recoger este chuzo) . Es el símbolo más importante del positivismo científico en el mundo de los comics. El emblema de que la ciencia nos da la victoria.

Además ¿a quién no le gustaría trabajar en la Baticueva? Las instalaciones de las profundidades de la mansión Wayne son el sueño de cualquier militante de las ciencias exactas o aplicadas. Químicos, Ingenieros, Matemáticos o Físicos quedarían seducidos por igual. ¿Trabajar con tecnologías de punta al tiempo que se lucha por la justicia y se castiga a los malvados? ¿Puede haber algo mejor que eso? Ahí hay de todo: laboratorios de química, con acceso a costosos reactivos; de genética, de biología; proyectos para el desarrollo de Inteligencia Artificial con redes neuronales, lógica difusa y sistemas expertos; centros de cómputo con máquinas hiperveloces, superprocesadores y conexiones de alta velocidad; talleres de ensamblaje de dispositivos empotrados; taller mecánico; laboratorios de robótica y cibernética de alto desempeño; sistemas para análisis criptográficos; laboratorio de física cuántica; y muchísimo más. Sus recursos parecen ilimitados, y en términos prácticos: sino algo no está en la baticueva: o no es útil, o no existe.

La preparación de Batman es envidiable: múltiples idiomas, experto en artes marciales, profundos conocimientos en vastos campos del saber, y sobre todo, una astucia sin límete. Es muy listo, quizá demasiado. Y SIEMPRE, oiganme bien, SIEMPRE tiene un plan.

¿A quién no le gustaría tener una respuesta eleocuente en el momento preciso en que se necesita? ¿una idea genial en los instantes de mayor desesperación, cuando es más difícil conservar la cabeza fría? Pues bien, Batman lo consigue. Un temple así, sólo puede salir de la ficción de los comics, de una ciudad de edificios grises y gárgolas por igual en templos y edificios, y de la personificación de un animal que como el murcieálago, suele atemorizar a los hombres. Es una lástima.

Batman intimida con su presencia. Si uno se lo encontrara por primera vez, con su capa enorme cubriendo un traje con más artefactos que una feria escolar de la ciencia, y nunca hubiese visto ni el comic, ni la película, ni la serie de TV de los sesentas, sin duda se le helaría la sangre. Porque el héroe de Ciudad Gótica tiene más aspecto de ángel vengador que de paladín.

Detrás de la opulencia y el poder, Bruce Wayne ha sido capaz de mantener un perfil suficientemente bajo como para que nadie se imagine que un millonario como él podría estar interesado en combatir el crimen. No hay espacio para la frivolidad en un mundo tan enfermo como éste.

Finalmente está su elegancia, su estilo, y lo mejor de todo, la autenticidad de éste. No se lo copió a nadie. Lo impuso por la fuerza propia de su presencia en las calles.

En Ciudad Gótica los ciudadanos del común acostumbran bajar la voz y la cabeza cuando hablan de Batman (nunca se sabe si puede estar cerca), y contienen la respiración para atreverse a mirarlo mientras aparece. Nunca habla de más y siempre tiene la expresión precisa para dirigirse por igual a "ciudadanos de bien" y a bandidos. Las damas son cuento aparte; porque Batman es un ante todo un seductor.

3 comentarios:

Alejandro Rios Peña dijo...

¿Qué hay de las fuertes sospechas del homosexualismo de Batman y su estrecha relación con Robin?

Alejandro Rios Peña dijo...

Creo que yo más bien quisiera ser como el Chapulín Colorado o el Bombero Atómico.

Anónimo dijo...

si, batman es un groso...y no usa los calzoncillos sobre los pantalones como superman